El canto de la sirena de agua dulce me llama a sumergirme en lo profundo, ese espacio infinito y sensible dónde el tiempo se expande hasta no ser, el océano poderoso e inospito, donde la oscuridad me acuna y me da una voz, la presión, el palpito y la visión, la emoción que solo puede decirse en un tambor, en el movimiento del cuerpo, en la flor que muere y revive en mi pecho en una llama perpetua que mueve mi instinto. Podría quedarme para siempre, la firmeza de salir me devuelve a el sol, al alivio de la claridad, el territorio donde estoy firme y vomito lo que no entiendo para volver a mi, al límite de mi cuerpo. Puedo estar en muchos lados, sentirlo todo a mí alrededor ¿pero a qué costo? Necesito una dirección, la humildad de mis dolores, jugar a buscar mensajes en las nubes, el ass de espadas. No puedo cambiar lo que no quiero aceptar, esto me enfrenta a saber que no depende de mi y duele perder esa oportunidad, pero ya estoy cansada de tratar lo imposible, intentar viajar en el tiempo en nuevas acciones que solo crean distancias, salvar e inrumpir en algo más que no sea mi propia voluntad a la cual necesito despertar y cuidar, mi cuerpo, mi alma, mi verdadero poder.